Su mejor momento ya había pasado. Los flashes, las fiestas,
los sectores VIP, las mujeres, eran parte de un pasado lleno de reconocimiento
y fama. Pero el presente lo traía bastante venido a menos, con unos cuantos
kilos de más, pelos de menos y sin plata, Chucky hacía muchas cosas para poder
sobrevivir de la mejor manera. Era sabido que se había despilfarrado su dinero
en mujeres de vida ligera, regalos ostentosos para sus varias esposas,
pensiones alimenticias para sus decenas de hijos, y mucha falopa y alcohol. El
muñeco maldito estaba en bancarrota desde hacía varios años y su representante,
lejos de querer ayudarlo, le seguía cobrando en su nombre los dólares que le
correspondían por regalías. Todo su entorno recuerda la noche en que firmó ese
contrato. Fue durante una fiesta donde el muñeco se empomó cuanta muñeca
inflable se le cruzara al ritmo de “Qué tendrá ese petiso” de Ricky Maravilla.
El tiempo había pasado y el actor de goma y plástico tenía
que pagar sus cuentas. Por tal razón se presentó en la entrevista de trabajo
que le ofrecía una conocida cadena de cines, con decenas de salas en los
shoppings de Uruguay.
-Así que quiere este trabajo… señor… señor…
Carlos. ¿Carlos? ¿A secas? ¿Sin apellido? preguntó el jefe de personal.
- Sí. Yo qué sé, ponele Chucky. Es mi nombre
artístico. Quizá te suene… - contestó el juguete.
-¿Chucky…? ¿Chucky…? Sabés que no. Es el nombre
del perro de mi cuñada. Un hinchabolas, cada vez que voy se me prende a la
pierna y le quiere dar masita. Y eso que yo no tengo perro en…
-Ta. Dejá. - lo cortó el entrevistado – Carlos
Chucky. Con “ck” y con “y” griega al final.
Luego de unas cuantas preguntas, Chucky salió de la
entrevista con la propuesta de empezar al otro día en la labor de guardia de
seguridad del complejo más importante de la cadena de cines.
Llegó a su casa y sentó a mirar tele hasta que llegaran a
cortarle la luz. Se divirtió mirando “El joven manos de tijera”, de quien había
imitado varios movimientos que después reprodujo en sus películas, cambiando
las tijeras por cuchillos. En las tandas se calentó mucho cuando vio la
publicidad de una crema que prometía sanar las cicatrices. Es que se había
gastado casi dos mil dólares en ellas y su cara seguía pareciendo un mapa
político de África.
Al otro día llegó a su puesto de trabajo, con el uniforme
negro, un handy y un chaleco antibalas.
Se paró el puesto asignado y esperó que la gente se acercara a las
instalaciones.
Estuvo parado uno hora, cuando decidió empezar a recorrer,
caminando lentamente y observando por encima de su hombro, tal como hacen la
mayoría de los guardias. Es que al ser un día de semana, en un horario
temprano, no había mucha gente y esto le permitía estar un poco más tranquilo,
a pesar de los nervios de su primer día. Al acercarse al mostrador de los dulces y refrescos, le pareció
ver un rostro familiar expendiendo los mismos. Al mirar nuevamente, pudo reconocer a Freddy Krueger. Debajo de la camisa de la empresa logró distinguir
una polera roja y negra. No había dudas, era él. Se le acercó y le preguntó:
- Freddy, ¿sos vos?
- No, si hay muchos que tengan estos pozos en la cara y que usen este gorro
que te mete onda a lo loco. Claro que soy yo, papá. Y vos sos…
- Chucky. ¿Te acordás?
- Mmm… Chucky… ¿el de los Rugrats?
- ¡No! El del cuchillo.
- Ahh “Psicosis”. Chin chin chin - contestó Krueger mientras hacía el movimiento
de acuchillar con una Coca Cola 600 que tenía en la mano.
- El Muñeco maldito. ¿Te suena?
- ¡Gallardo! Igual te hacía más alto.
El nuevo guardia de seguridad lo miró con desprecio, con una
expresión de mandarlo a cagar con un ojo y puteando a la madre con el otro.
- No. Soy el protagonista de unas cuantas
películas que llevaban mi nombre.
Acto seguido, agarró una lapicera que había cerca de la caja
registradora y se la clavó en un ojo a Krueger, para retirarla e introducírsela en el pecho, abdomen y cara. La sangre del
antes asesino en sueños se desparramó en el piso, sobre el pop dulce y un poco
sobre el salado (no importaba, hacía un par de semanas desde que habían vendido
el último, apesta). Mientras veía cómo el resto de los guardias y un policía
que andaba de civil corrían hacia él, seguía enterrando la lapicera al grito de
“¡Y vos, pelotudo, que tuviste que hacer una película con Jason porque todo el
mundo se los confundía! ¡Sorete!”.
Entre todos lograron reducirlo y Chucky fue trasladado a la
seccional, mientras Freddy fue trasladado de urgencia a un hospital cercano al
shopping donde logró salvar su vida.
Meses después, el muñeco fue encerrado en un nosocomio
psiquiátrico de alta seguridad.
En la actualidad, por su parte, la novia de Chucky consiguió
un lugar en un nuevo "Bailando por un sueño" y cada tanto tiene puterío con Moria
Casán. Hasta ahora no se sabe cuál de las dos es más artificial.
El hijo de Chucky, luego de un jingle pegadizo, imágenes photoshopeadas y unos cuantos discursos sobre la inseguridad, fue electo representante en el senado por
un partido político. Está moviendo papeles y llamando contactos para liberar a
su padre.