“Damas y caballeros que viajan en este medio de transporte
colectivo tengan todos ustedes muy, pero muy buenas tardes. Con el permiso de
señor conductor voy a pasar a ofrecerles un producto único, imperdible,
imprescindible en la cartera de la dama o el bolsillo del caballero. Para
regalar o regalarse. Grandes artesanos del sabor se unieron para hacerles
llegar esta mercadería de calidad superior. Llega a sus manos y por decomiso de
aduana esta novedad indiscutida a nivel mundial y, por qué no, intergaláctico.
Aproveche esta ganga única que se ofrece a precio de costo a modo de
publicidad.
Como ven, mi camisa está blanca, inmaculada, impoluta,
impecable. A continuación verán una lista de situaciones que cualquiera de
nosotros atraviesa a diario:
Primero, quién no se ha manchado con algún aderezo mientras
come. Le voy a desparramar este sachet chico de kétchup sobre mi limpia prenda.
Ahí va… bien esparcida.
Lo siguiente que voy a hacer es tomar una lapicera azul,
como la que utilizamos a diario para cualquier trámite. Le voy a hacer algunas
rayas, como un monigote hecho por algún purrete distraído. Es más, le voy a
retirar la punta para soplarle el resto de la tinta sobre la camisa. Ahora sí…
Eventualmente, el viaje en ómnibus nos juega malas pasadas y
nos manchamos durante algún descuido. Por eso, si el chofer me lo permite, voy
a tomar un poco de grasa de la puerta y la voy a esparcir sobre la tela,
uniéndola con el resto de las manchas. ¡Opa! Ensucia en pila esto…
De seguro todos tienen algún bebé en la vuelta. Un hijo, una
sobrina, un ahijado, en fin, un niño que puede sorprendernos de forma negativa.
Por eso, en este termo tengo un poco de vómito de bebé, el cual voy a tirar
sobre mi camisa. Eso es, todo extendido sobre el blanco tejido...
Finalmente, todos nosotros, a diario nos revolcamos sobre
algún pasto, dando vueltas como locos y nos ensuciamos con el césped. Sabemos
lo difícil que es atacarla de forma efectiva. Y ni hablar si justo agarramos
algún soretito de perro que andaba en la vuelta. Por eso voy a manchar mi
camisa con este trozo de pasto que traje y la voy a rematar aplastándole este
pedazo de caca. Toda manchada… Perfecto.
Ahora sí, el producto en cuestión. Paso a ofrecer.”
El vendedor abre un bolso y del mismo saca una cantidad de
camisas blancas las cuales empieza a ofrecer entre los viajantes.