domingo, 27 de marzo de 2011

Soldado, ¡firrrrrme!

Con el tiempo uno se da cuenta que las cosas no se fueron dando tales como uno las imaginaba de chicos. Todos soñamos con tener nuestra banda de rock alternativa para andar drogándonos con una excusa, o salir en Nietos del Futuro para tocarle el culo a alguna pendeja alzada, o cruzarnos con Sánchez Padilla para gritarle que somos uno de los 2.999.992 que no soportamos Estadio Uno. Pero las cosas no son siempre color de rosa (ya sea amarilla, roja, blanca o beige) y empezamos a afrontar la realidad de sabernos unos simples juguetes de ese gurí caprichoso y mala leche que se hace llamar Universo. Algo así como una Elmyra sideral atormentando hasta el hartazgo a sus gatos o ratones de los cuales estaríamos oficiando nosotros mismos. Y así nos sentimos presos en un Universo de frustraciones y caídas continuas que nos cachetean a diario. Y más allá de eso, es parte de el crecer, de madurar, de... En fin, de un montón de cosas de las cuales Washington Abdala ya perdió conciencia.
Y es tanto así que parecería que la moto del Turco ni siquiera se fue, sino que es una de esas que usan en los circos, que dan vueltas dentro de una esfera de fierros. Bueno, esa esfera sería la capocha del otrora diputado y la moto ya se le hizo mierda. ¿Y a qué se debe? A lo que hablábamos hace un rato, a no afrontar que no todo se da como uno quiere. Y sí, años lucrando con el Partido Colorado (me estoy tocando el testículo izquierdo mientras lo escribo con la derecha) era cuestión de tiempo en caer que lo de la política no era parte de lo que las Moiras le destinarían para el resto de la existencia. 
Y cual adolescente que rechaza lo que le toca en suerte, decidió abrirse nuevos campos en el ámbito del espectáculo. Su léxico se inundó de "vo", "loco" y frases pseudo-juveniles. El Stand Up emergente se presentó como una suerte de salida laboral. El café concert lo sedujo para ser su príncipe (al menos mientras siga vivo Perciavalle). Y así lo encontramos, como un ex-soldado combatiente y desquiciado, que perdió la cordura luego de tantas batallas. Y celebro por el cambio. Todos sabemos que el arte de la actuación radica en hacer legal la mentira, creérnosla y dar nuestro ok ante la farsa. Teniendo en cuenta que nos mintió siempre desde su puestito en la política pero sin nuestro consentimiento, pasar a hacer un decadente showman en medio de un farándula patética como es la uruguaya, es algo muy reconfortante. Y ojalá que le consiga laburo a García Pintos, porque ese con tiempo libre sí que es peligroso. Soldado, descanse.