lunes, 7 de abril de 2014

Copados



Las velas estaban prendidas y los papelitos con letras y números ocupaban su puesto en la mesa. La copa era una reliquia de la abuela de Mauro que a su vez era el dueño de la casa. Para ser sinceros, era de sus padres. Para ser más sinceros, era del banco. La cosa es que había aprovechado una salida que habían tenidos sus progenitores para invitar a varios de sus amigos y así sacarse las ganas de ver qué era eso de lo que todo el mundo hablaba: el juego de la copa. Una versión tercermundista de la tabla Ouija. Los demás participantes, Fiorella, César y Curcobéin (primo lejano de Jim Morrison Varela) eran compañeros del liceo de Mauro y se conocían del barrio. 

Todos ocuparon sus lugares y de a uno fueron colocando el dedo sobre el borde dado vuelta de la copa antiquísima. Fiorella había dudado más que el resto ya que su familia era muy religiosa y eso le generaba muchos cuestionamientos. Se negaba a los contactos con seres de otra vida y al uso de métodos anticonceptivos, por lo cual ya había dado a luz dos veces en sus dulces diecieséis. Finalmente accedió y todo estaba en marcha. Curcobéin, el más entendido en el tema fue quien dijo las palabras para convocar espíritus:
"Estamo´ acá, con los ñery. Esperándote a ti, oh fantasma pariente, que en las noches de lunas llenas no dejas de agitar. Así que vapaeeee y ya tu sabe, aparécete". La luz de algunas velas se cortó con un viento frío que atravesó la habitación ante el llamado plancha del muchacho.
La copa empezó a girar, al principio suavemente para luego hacerlo de forma vertiginosa. Los ojos de los jóvenes seguían las vueltas que el cristal dibujaba sobre la mesa pulida. César transpiraba y temblaba. Sabía que eso significaba que un ser de otro universo estaba en la vuelta, un mundo desconocido, sobrenatural.
La copa poseía un aura especial, un resplandor la envolvía. Difícil describirlo con palabras. Un acontecimiento que ninguno de los purretes había presenciado alguna vez.
Sin dejar de posar los dedos sobre ellas, Mauro se animó a hacer lo que nadie se animaba: preguntó si había sido convocado algún espíritu.
La copa, pausadamente pero sin detenerse, se acercó a la punta positiva de los papelitos: Sí.
Todos se miraron fijamente, nadie se atrevía a hacer una nueva pregunta. Fiorella, hasta ahora callada, rompió el silencio con un "¿quién sos?".
La copa respondió: 
"Esa pregunta podría ser respondida de muchas maneras, no sé cuál de ellas podría darles para que no les resulte un shock tan fuerte que provoque que su corazón estalle como bomba brasilera en año nuevo". 
Después de los cuarenta minutos que duró aquella respuesta, los jóvenes bostezaron y César osó pronunciar un "qué boludo este fantasma, te dije que esto iba a ser una cagada".
El fantasma, que oía desde adentro de la copa se calentó con el comentario del adolescente y decidió hacer algo que no había hecho antes: giró la copa y salió de la misma. Los muchachos quedaron boquiabiertos y a Fiorella se le vio la mortadela con mayonesa del refuerzo que estaba morfando.
Cuando el espíritu logró salir por completo de la copa (demoró unos segundos más de lo esperado ya que el espectro estaba pasado un poco de kilos) con una voz de ultratumba dirigió algunas palabras a los atónitos jóvenes que lo habían invocado:
- Vo, saben lo que es estar metido en esa copa de mierda durante todos estos años. Por si fuera poco tengo que bancarme que cada dos por tres aparezcan unos giles como ustedes a joderme cuando logro pegar un ojo. No tengo derecho a tirarme a dormir un poco sin que me vengan a molestar, carajo. Hace unos meses unos botijas, bien parecidos a ustedes también, me giraron la copa, me desordenaron todo adentro. Es como un tsunami en la tierra...
- Eso sería un terremot... Ta, no dije nada. Mal yo - se excusó Curcobéin.
- A parte, esta casa en la que están ustedes había sido mía. Claro, hasta que la yegua de mi esposa me envenenó hace ya algunas décadas. Nunca pagó por haberme...  
Los muchachos se tranquilizaron y llegaron a una conclusión: ese espíritu había hecho semejante aparición para así poder saldar sus cuentas, hacer conocer su historia, limpiar aquel hecho trágico que había terminado con sus días.
- Bien, ahora estarás libre - dijo Fiorella, quien se había comido cuanto programa choto sobre espíritus daban en el cable (siempre a escondidas de sus padres quienes pensaban que esas eran cosas del Diablo y no la dejaban mirarlos, a excepción de "El exorcista" ya que su padre se cagaba de la risa cuando la niña giraba la cabecita).
Todos esperaron que una luz blanca apareciera y se lo llevara por los aires hasta juntarse con el Creador. O que un Dios con cuerpo de Morgan Freeman lo llevara personalmente al Paraíso. O al menos que un ser endemoniado se lo llevara al Infierno. O que apareciera Paco Casal... Pero nada. El fantasmita seguía ahí, flotando entre los muchachos. 
Así pasaron las horas. Finalmente, el espectro se dio por vencido. Agarró el control remoto y se sentó en el sillón de la sala de estar mientras tomaba un whisky brasilero que tenía encanutado el padre de Mauro. Los muchachos no sabían qué hacer, los adultos estaban por llegar. No quisieron molestarlo y lo dejaron tranquilo. Es más, luego de un rato, César sacó un paquete que tenía en la mochila y le preguntó al anfitrión si tenía hojillas.
Cuando llegaron los padres, los cinco estaban fumándose un porro en el living. A los veteranos no les gustó esa situación y se enojaron al extremo.
Mauro tuvo serios problemas y sus padres lo echaron de la casa. Ahora vive con el fantasma dentro de la copa y sus amigos lo visitan de vez en cuando. Arreglaron que él corta el pasto una vez por semana y lava la ropa. Es bastante sencillo, el fantasma, más allá de si hace calor o frío, sólo viste una sábana blanca.