miércoles, 16 de julio de 2014

En un lugar de la mancha...

“Damas y caballeros que viajan en este medio de transporte colectivo tengan todos ustedes muy, pero muy buenas tardes. Con el permiso de señor conductor voy a pasar a ofrecerles un producto único, imperdible, imprescindible en la cartera de la dama o el bolsillo del caballero. Para regalar o regalarse. Grandes artesanos del sabor se unieron para hacerles llegar esta mercadería de calidad superior. Llega a sus manos y por decomiso de aduana esta novedad indiscutida a nivel mundial y, por qué no, intergaláctico. Aproveche esta ganga única que se ofrece a precio de costo a modo de publicidad.
Como ven, mi camisa está blanca, inmaculada, impoluta, impecable. A continuación verán una lista de situaciones que cualquiera de nosotros atraviesa a diario:
Primero, quién no se ha manchado con algún aderezo mientras come. Le voy a desparramar este sachet chico de kétchup sobre mi limpia prenda. Ahí va… bien esparcida.
Lo siguiente que voy a hacer es tomar una lapicera azul, como la que utilizamos a diario para cualquier trámite. Le voy a hacer algunas rayas, como un monigote hecho por algún purrete distraído. Es más, le voy a retirar la punta para soplarle el resto de la tinta sobre la camisa. Ahora sí…
Eventualmente, el viaje en ómnibus nos juega malas pasadas y nos manchamos durante algún descuido. Por eso, si el chofer me lo permite, voy a tomar un poco de grasa de la puerta y la voy a esparcir sobre la tela, uniéndola con el resto de las manchas. ¡Opa! Ensucia en pila esto…
De seguro todos tienen algún bebé en la vuelta. Un hijo, una sobrina, un ahijado, en fin, un niño que puede sorprendernos de forma negativa. Por eso, en este termo tengo un poco de vómito de bebé, el cual voy a tirar sobre mi camisa. Eso es, todo extendido sobre el blanco tejido...
Finalmente, todos nosotros, a diario nos revolcamos sobre algún pasto, dando vueltas como locos y nos ensuciamos con el césped. Sabemos lo difícil que es atacarla de forma efectiva. Y ni hablar si justo agarramos algún soretito de perro que andaba en la vuelta. Por eso voy a manchar mi camisa con este trozo de pasto que traje y la voy a rematar aplastándole este pedazo de caca. Toda manchada… Perfecto.
Ahora sí, el producto en cuestión. Paso a ofrecer.”


El vendedor abre un bolso y del mismo saca una cantidad de camisas blancas las cuales empieza a ofrecer entre los viajantes.