sábado, 24 de octubre de 2020

Bastante interesante

 "Richard Benson, un reconocido abogado de Sioux Falls en Dakota del Sur, acostumbraba pescar en sus escasos tiempos libres. Una mañana de salida al lago, olvidó una lata llena de gusanos que usaría como carnada, sobre la mesada de la cocina.

Quiso el destino que esa mañana, su mujer, Elizabeth Benson, fuera a tomar un café. En un descuido y afectada aún por el sueño, dejó caer el azúcar con el cual endulzaría su bebida. Gran parte de lo desparramado cayó dentro de la lata.
El joven Mark Benson, que corría a la escuela secundaria ya que su despertador le había fallado, agarró la lata pensando que era parte del desayuno que le habían preparado. Mientras iba al centro educativo, nervioso porque no podía seguir llegando tarde, metió su mano dentro del envase en el cual estaban los gusanos con azúcar. Probó uno y se dio cuenta de que eso no era parte de su desayuno. No le importó porque le resultó rico. Ya con sus compañeros les ofreció si querían probarlos. Fue un éxito.
La familia Benson empezó a utilizar su jardín trasero como criadero de gusanos.
Hoy en día, se venden con el eufemismo de "gusanitos de goma" porque el resto del mundo no está preparado para entender lo exquisitos que son los gusanos con azúcar de la familia Benson."
Extraído de la revista "Bastante interesante". Octubre de 2019.

martes, 18 de agosto de 2020

Cruzadas

Estaba por cruzar la calle cuando de repente el hombrecito verde que indica que uno puede cruzar dejó su lugar en el semáforo y comenzó su aventura. Primero, se fue deslizando por la columna pintada de blanco y negro. Las pequeñas manos del hombrecito apenas servían para mantenerse firme en el descenso. A unos cuantos centímetros, no lo soportó más y cayó. Yo lo miraba desde la otra vereda, la mano roja no me dejaba cruzar. Finalmente, el pequeño hombre se levantó y, medio rengo, se dispuso a cruzar. La falta de experiencia y la ansiedad lo motivó a cruzar la calle sin darse cuenta de que una importante cantidad de vehículos seguían transitando esa esquina. La rueda de una moto lo rozó y provocó un giro en el hombrecito que quedó mareado. De todas formas continuó cruzando. Pasó entre medio de varias ruedas, recibió muchos insultos, resultó golpeado, pero finalmente logró llegar al otro lado de la calle. Con varios saltos y un movimiento de manos me hizo entender que quería que lo subiera cerca de mi cara. Con algo de intriga hice lo que el hombrecito verde para cruzar me pidió. Al ponerlo cerca de mi oreja me dijo "no soy un hombrecito, soy una mujercita verde para cruzar, pelotudo". Dicho esto, saltó y volvió a su lugar. Se encendió y yo crucé.