martes, 18 de agosto de 2020

Cruzadas

Estaba por cruzar la calle cuando de repente el hombrecito verde que indica que uno puede cruzar dejó su lugar en el semáforo y comenzó su aventura. Primero, se fue deslizando por la columna pintada de blanco y negro. Las pequeñas manos del hombrecito apenas servían para mantenerse firme en el descenso. A unos cuantos centímetros, no lo soportó más y cayó. Yo lo miraba desde la otra vereda, la mano roja no me dejaba cruzar. Finalmente, el pequeño hombre se levantó y, medio rengo, se dispuso a cruzar. La falta de experiencia y la ansiedad lo motivó a cruzar la calle sin darse cuenta de que una importante cantidad de vehículos seguían transitando esa esquina. La rueda de una moto lo rozó y provocó un giro en el hombrecito que quedó mareado. De todas formas continuó cruzando. Pasó entre medio de varias ruedas, recibió muchos insultos, resultó golpeado, pero finalmente logró llegar al otro lado de la calle. Con varios saltos y un movimiento de manos me hizo entender que quería que lo subiera cerca de mi cara. Con algo de intriga hice lo que el hombrecito verde para cruzar me pidió. Al ponerlo cerca de mi oreja me dijo "no soy un hombrecito, soy una mujercita verde para cruzar, pelotudo". Dicho esto, saltó y volvió a su lugar. Se encendió y yo crucé.

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