jueves, 29 de marzo de 2012

Y TE DUERMES


“¡Pimentón!” gritó y salió corriendo al estante donde estaban los condimentos.  Por fin había encontrado cuál era el último ingrediente para completar la fórmula.
Escribió en su diario:
“Querido diario, hoy, finalmente, lo logré. Después de tantas noches sin dormir, de intentos fallidos y de una torta de guita, descubrí la fórmula para la pastilla del sueño. ¡Estoy chocho!”
Efectivamente había conseguido crear una pastilla que produjera sueño instantáneamente. Sólo había que ingerir uno de los comprimidos y decir la frase correcta. Debía comenzar con el verbo “dormir”. Pero esto no era todo. Con sólo decir la cantidad de tiempo que se quisiera caer en las redes oníricas, alcanzaba para que el sueño se extendiera por el lapso deseado.
Puso una pastilla en su mano izquierda. Se la llevó a la boca y se la tragó con un poco de agua. Se sentó cómodamente en su sillón, miró la hora (17:43) y pronunció lenta y correctamente la frase “dormir noventa minutos”. Acto seguido cayó en un profundo sueño.
Con un chorrito de baba y un poco de dolor en el cuello torcido, sus ojos se abrieron paulatinamente.  Cuando luego de unos segundos reaccionó, giró su cabeza y miró la hora. Efectivamente eran las 19:13. La prueba había sido un éxito.
Pensó todas las posibilidades que se abrirían. Sabía que con este descubrimiento se maximizarían las horas de descanso, se evitarían las llegadas tardes y lo más importante: las personas podrían controlar su descanso de manera tal que pudieran ser más efectivos y eficaces en sus quehaceres diarios.  Luego pensó en los beneficios económicos que le traería. En la fama mundial que esto le generaría. Era feliz realmente.
Así pasó algunas horas. Mientras disfrutaba, terminó de pasar en limpio algunos datos y ordenaba en su cabeza los pasos a seguir a partir del día siguiente. Sabía que tenía que comenzar cuanto antes, pero para eso debería estar descansado. Calculó a qué hora le convenía despertarse, se puso el pijama y se fue a la cama con un té y una pastilla.
La tomó y hasta le pareció más dulce (es que dentro de sus componentes había una pequeña dosis de dulce de leche). Se acomodó en su cama y… Ahí fue cuando recordó a su ex esposa, la cual lo había dejado por el abandono que sentía cuando su marido se perdía durante días en el laboratorio. Agarró su celular y marcó el número. Se sonrió mientras daba el tono. Luego del cuarto timbre atendió.
Le contó con lujo de detalles el descubrimiento que le había costado tanto tiempo. Le refregó el dinero que iba a ganar y el cual ya no se vería obligado en compartir con ella. De algún modo le echó en cara su falta de apoyo y la trató mal por haberse ido con el muchacho del delivery.
Ella le habló por un tiempo hasta que él la cortó:
- ¡No seas mala leche! Es casi imposible que algo salga mal. No hay posibilidades de que alguien vaya a dormir para siempre.
El hombre cerró sus ojos y del otro lado se escuchó la risa de su ex.

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