sábado, 21 de mayo de 2011

Apocalypse Now

Claro, por no ser un grupo con poder y dinero (valga la redundancia) nadie le había hecho caso al grupo escapado del Vilardebó que gritaban que el fin del mundo llegaba. Mucho tenía que ver que lo alertaran vestidos con tutú fucsia, antenitas rayadas, una remera con la cara de Enrique Peña pintado de payaso y lentes de sol de niño con el muñeco de Hello Kitty en cada esquina de los plásticos verdes.
Pero el final de mundo se acercaba. Ya quedaban escasos minutos para que el apocalipsis terminara destruyendo lo poco que habían dejado en pie las pestes. Caos, fuego, gritos, dolor y muerte. Un Infierno en la Tierra.
Cómodamente sentado en un sillón reclinable, con una Coca light en la mano y un paquete de pop acaramelado en la otra, Dios contemplaba la situación devastadora en la que se encontraba su creación. El zapping universal lo había hecho perderse varios miles de millones de años de vida terrestre, lo que en realidad para Él no era mucho, casi casi como una levantada a echar un meíto al baño. Estar en otras frecuencias siderales le había hecho perder muchas cosas relevantes en la Tierra: la graciosa teoría de Darwin, el mito falso que decía que Él había tenido un hijo, los tsunamis, Martin Luther King y el Mono Mario. Pero es sabido que el cine de catástrofe, y más precisamente el apocalíptico es el favorito del Señor.
Mientras tanto, en nuestro planeta, el puñado de hombres y mujeres que hasta ahora sobrevivían, imploraban por morir también, llevadas agónicamente por el sufrimiento que les causaba las escenas trágicas que habían sufrido durante el fin de los tiempos.
Dios tomó un trago de su refresco, manoteó los últimos pops que le quedaban, escupió las pelotitas de pop sin cocinar que chocaban con sus dientes y se dijo "manos a la obra".
Puso una moneda en una máquina que había alrededor de la Tierra y con dos botones manejó un gancho que se movía hacia adelante y atrás, izquierda y derecha. Al apretar un botón, el gancho con forma de tenaza bajó y atrapó a un hombre que no entendía qué pasaba.Acto seguido, realizó lo mismo pero buscó una mujer. Los puso a ambos en su palma derecha, los acercó a su rostro y les preguntó en un idioma universal cuáles eran sus nombres.
- Tieska - respondió el hombre.
La mujer, que aún no salía de su asombro, le dijo - René.
Dios la miró con cara de asombro y acotó - ¡La pucha! Juraba que ese era un nombre de macho.
La mujer quiso explicarle que era un nombre unisex pero el Todopoderoso le cortó la perorata y con un tono grave y claro, con esa voz que caracteriza lo celestial les dijo:
- Dos cosas: primero, no me coman aquellas manzanas porque se quema todo. Y segundo, cagaron; ahora vos te llamás Adán y vos, Eva.

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